martes, 17 de febrero de 2015

Diario de un niño descomunal

A continuación os presento un cuento con una gran pregunta filosófica. ¿Qué habríais respondido vosotros?


" El cerebro de una persona normal pesa algo menos de kilo y medio. Bueno, pues el mío, según don Ambrosio Bermúdez, nuestro médico de toda la vida, debe de pesar unos 4 kilos y medio o más. Entonces, como es tan grande, todo lo que tiene dentro, es decir, todas las cosillas para pensar, recordar y todo eso, pues son también enormes. Y como son tan enormes, pues funcionan a lo bestia. Total, que no saco otra cosa que sobresalientes y más sobresalientes desde que voy al colegio. 



Tengo fama en la ciudad por estas cosas (bueno, sobre todo tengo fama porque soy un gigante). Y , en cierta ocasión, un filósofo que vive aquí, llamado Aristóteles Bermúdez, quiso probarme a ver si yo era tan listo como decían. 

Un día estuvo en mi casa tomando café con mi padre y me dijo de sopetón:
- Me han dicho que tienes una inteligencia extraordinaria. 
- No es cierto, don Aristóteles - contesté yo-. Cosa normal. Lo que pasa es que como tengo el cerebro tan grande, pues llevo ventaja. 
- Veo que eres modesto- me dijo-. A ver si me sabes contestar a una pregunta filosóficamente filosófica.
- A ver, don Aristóteles.
- Figúrate que estamos en una escuela de Adivinos. ¿Te lo figuras?
- Regular.
- Y que es el día de los exámenes finales. A quien apruebe, le dan el título de Adivino. ¿Te lo figuras?
- Regular.
- Pues bien, el examen es oral y consiste en la misma pregunta para todos, y esta pregunta es: "¿Va usted a aprobar?". Entonces le toca examinarse a un señor que se llama Salomón Perales Cantapeces. Y, claro está, le hacen esa misma pregunta: "¿Va usted a aprobar?". Y Salomón Perales Cantapeces responde: "No, me van a suspender". ¿Comprendes?
- Regular.
- Bueno, pues, ¿qué tienen que hacer los profesores, aprobarle o suspenderle?
Yo me quedé pensando cuatro segundos exactamente y luego respondí lo siguiente:
- Si le aprueban los profesores cometen una injusticia. Y si le suspenden, también.
Don Aristóteles usa gafas, y fue tal su sorpresa al oírme (pues mi respuesta era acertadísima), que salieron disparadas contra la pared. Cuando se repuso, me dijo:
- ¡Extraordinario! Pero, ¿me puedes explicar por qué cometerían una injusticia tanto si le aprobaran como si le suspendiesen?
- Pues sí, señor. Si le suspenden, comenten una injusticia, pues él ha dicho que no va a aprobar, o sea, que ha adivinado que le van a suspender. Y si lo han adivinado, resulta que es un buen adivino y tendrían que aprobarle.
- ¿Y si le aprueban?- dijo don Aristóteles.
- Pues si le aprueban, también comenten una injusticia, pues ha dicho que lo van a suspender, luego no es un adivino, así que yo no sé lo que va a ser de este don Salmerón Perales Cantapeces.

Desde entonces, cada vez que don Aristóteles me ve por la calle se pone firme mientras pasa hasta que me pierde de vista".


JOSELUIS VELASCO Y CARMEN MORALES
Diario de un niño descomunal
Espasa-Calpe

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